jueves, 26 de octubre de 2017

La casa tan vacía

Recuerdo esa escena de love actually en que el personaje de Emma Thompson, una madre de mediana edad que es traicionada por su marido, llora con Joni Mitchell de fondo, con la inefable sensación de pérdida de quien ve como un hogar pasa a ser, en un loco instante de trascendencia, una casa vacía, a pesar de que sus ocupantes siguen allí... Porque la cualidad que hace de una casa un hogar es el amor, y si no has tenido amor en el lugar donde vives aún no es tu hogar.

Mi hogar es estar con mi hija Judith, mi hogar es tener a Dios en mi corazón, pero mi hogar es cuando puedo vaciar mi vida en los cuidados y atenciones que ella necesita, en nuestras conversaciones, en nuestros juegos y nuestras risas... me gusta cada noche, antes de dormir, ir a su cuarto a observar la placidez de su sueño, me pierden sus besos improvisados, su risa, su manera de hablar... entiendo que esto le pasa a todos los padres que aman a sus hijos, sin embargo me apetece contarlo.

Y, cada cierto tiempo, ciertos días, ella tiene que irse de casa. No me quejo, yo vivo las consecuencias de mis decisiones y mis actos. Pero es en estos días que mi casa queda como dice la canción, triste y vacía. Y aunque aquí sigamos los mismos, el hogar pasó a ser una casa, una casa tan vacía que el espacio se traga mis lágrimas y mis llantos ocasionales. Ese pequeño brote de mi simiente que me llena de felicidad pronto volverá a llenar mi casa de sus risas, yo lo sé, y a veces una llamada en la tarde, hace que mi corazón despierte cuando oigo su voz de primera al otro lado del teléfono. En esos momentos el color parece extenderse por el sofá hasta la mesa de cristal, y ella vuelve a llamarme papi... me encanta que me llames papi.

Luego el teléfono se cuelga y vuelvo a ser consciente de cuán vacía está mi casa sin tu metro y quince kilos de vida correteando por todas partes y demandando todas mis atenciones... se me caen los muros de carga y los tabiques, los falsos techos se desploman sin tus risas, las molduras se agrietaron sin tus suaves expresiones de niña dulce encantadora.

Voy a intentar dormir aunque no pueda darte tu beso de buenas noches, aunque si lloras no seré yo quien te consuele, voy a intentar dormir en esta casa que sin ti está vacía de sonrisas, vacía de cariños y sobre todo, vacía de familia.

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